martes, 30 de abril de 2013

"Habitaciones cerradas", de Care Santos: abriendo las puertas que esconden los secretos de las familias desgraciadas


Ficha técnica:


Título: Habitaciones cerradas      Autora: Care Santos
Editorial: Círculo de lectores                                          Género: novela                               Páginas: 495
Publicación:  2011    ISBN: 978-84-672-4424-3

Sinopsis (editorial):


  «Antes de empezar a escribir la primera línea de un libro necesito saber el título, y el de Habitaciones cerradas me evocaba las historias familiares y la presencia femenina, que es muy importante en la novela.»
    Violeta Lax se ha propuesto convertir el palacete familiar junto al barcelonés Paseo de Gracia en un museo dedicado a su abuelo, Amadeo Lax, que fue un renombrado pintor modernista. Tras años de abandono, la casa se encuentra en un estado lamentable, aunque afortunadamente sigue en pie el mural donde el pintor retrató a su esposa, quien lo abandonó para fugarse con un amante. Pero toda familia esconde sus secretos y toda casa vieja alberga sus fantasmas. Durante las obras de reforma del palacete aparece, tras una falsa pared, el cadáver momificado de una mujer, entre escobas, recogedores y plumeros. A partir de la investigación de esta muerte se desgrana la historia de una poderosa familia burguesa de la Barcelona de principios del siglo XX, con sus amores, mentiras y sueños rotos.
   Hacía mucho tiempo que tenía ganas de leer esta novela, pero por diferentes motivos, no había llegado su momento. Su título siempre me ha atraído y me ha desanimado a partes iguales, casi igual que cualquier puerta cerrada y desconocida (real o metafórica) que te encuentras frente a ti: el miedo a lo que pueda haber dentro se mezcla con la curiosidad y las ganas de saber, y abrirla o no depende, en muchos casos, del momento de tu vida en el que te encuentres. Este era mi momento para abrir la puerta de esta novela y lo que he encontrado dentro me ha dejado cautivada.
   Aunque no suelo escribirlas, sí tengo historias dentro de mi cabeza. Historias que se hinchan como un globo cuando cualquier libro, canción, película, comentario, anécdota... las inspira y las va haciendo crecer pero que, abandonadas en el fondo de mi mente, se van desinflando hasta quedar arrugadas y fofas en el rincón de las historias perdidas. Habitaciones cerradas es la historia que a mí me hubiera gustado escribir. De hecho, ya escribí un relato sobre una casa misteriosa y un pintor demasiado solitario y trastornado hace mil años y, de un tiempo a esta parte, me ronda otra historia sobre otra casa y otra pintora, que no descarto convertir en algo, sea lo que sea, porque últimamente todo me lleva a ella. Como esta novela, tan sugerente como fascinante.
   Me rindo a los pies de Care Santos. No había leído nada suyo pero este mes he descubierto El aire que respiras y Habitaciones cerradas y no puedo por menos que manifestar mi admiración y mi fascinación por ella, por su modo de contar, por su forma de documentarse, por todo lo que transmite y por sus historias.
   Habitaciones cerradas presenta al lector las vivencias de la familia Lax, desde Rodolfo y Maria de Roser Golorons, en el final del siglo XIX y principios del XX, hasta Violeta, en el albor del siglo XXI, pasando por Amadeo (el gran protagonista de la novela) y Modesto, hijo de este y padre de Violeta. Vivencias llenas de altibajos, de felicidad y tragedias y de un progresivo alejamiento entre sus miembros, cada vez menos integrantes de ese núcleo familiar que, como todas las familias, guarda secretos inconfesables.
   Estos más de cien años de historia familiar, pero también social, geográfica, política y económica, no discurren por la novela con un orden cronológico. Todo lo contrario: los saltos temporales son continuos, yendo y viniendo a través de la línea del tiempo, adelantando sucesos y completando los puntos más destacables de la historia que Care Santos quiere contar. Este ir y venir, esta maleabilidad del tiempo, está relacionado con el narrador o narradores, sobre los que no diré nada, porque me parecen uno de los guiños más particulares de la autora (presente, también, en El aire que respiras) y porque da una magia a la novela que no quiero destripar a quien aún tenga por delante el inmenso placer de descubrirla. Solo diré que, como explican en la propia obra, "lo sencillo sería dejar correr el tiempo en el sentido de las agujas del reloj", o sea, contar la historia en orden cronológico, pero "estamos acostumbrados a las emociones fuertes. Preferimos transgredir el calendario", ordenando, de este modo, los acontecimientos no desde un punto de vista temporal sino desde un punto de vista literario, sorprendente, atractivo y adictivo para el lector.
   Me ha encantado esta forma de reconstruir la historia, de armar el puzle, que obliga al lector a hacer el esfuerzo de dar un lugar a cada suceso, de poner en orden los detalles para construir con sus manos el armazón que sostiene la trama. En él está la habilidad para colocar cada pieza certeramente y que el conjunto no se derrumbe como la escalera central de los almacenes El Siglo tras el incendio que acabó con él.
   Una de las cosas que más me gustan de Care, además del hecho de valorar la inteligencia del lector, es su capacidad para urdir las tramas históricas reales y las de ficción de manera que encajen en un engranaje perfecto. La labor de documentación (que se presupone ardua y descomunal) se nota pero no cobra protagonismo, no le roba importancia al argumento literario, no se convierte en un alarde de conocimiento del autor sino que ofrece al lector la posibilidad de descubrir mil detalles que no conocía sin hacer más esfuerzo que el que supone mover el brazo para pasar de hoja.
    La variedad temporal en la narración, en los sucesos y en los personajes se completa con una variedad documental mostrada explícitamente en la novela a través del uso de diferentes tipos de soportes informativos que van completando la historia. A la narración puramente literaria, Santos añade extractos de informes artísticos, de noticias, de blogs, de cartas personales, de mails, de atestados policiales, de folletos pictóricos... sumando así voces a las ya numerosas voces que pueblan la novela. Suma voces, enfoques y perspectivas (unas subjetivas y otras objetivas) que enriquecen el conjunto, dan más pistas al lector a la hora de reconstruir la historia, muestran la variedad de fuentes que hay que manejar para edificar una novela y dan buena cuenta de la multiplicidad de puntos de  vista  y testimonios a los que cada día nos enfrentamos para construir la realidad.
  Solo puedo añadir que me ha encantado el estilo narrativo pero también la forma de construir la historia de Care, que me ha atrapado la historia y las reflexiones que encierra y que puede contar con una seguidora fiel más desde ya mismo.
  Nos seguimos leyendo.      
  
   Me ha interesado el blog de la autora y el que fue construyendo durante los meses en los que la novela estuvo más en boga.


   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto 13.000 páginas: 495/13.000
  • Reto 12 meses 12 libros: 4/12
  •  Reto Genérico: 2/2 sagas familiares
  •  Desafío100 libros: 38/100
  • Reto Sumando: 21/2013       
 




lunes, 29 de abril de 2013

Encuentro con Las Microlocas y Espido Freire en Alcalá: las dos caras de la literatura


   Me quedé prendadas de ellas en las Jornadas sobre Literatura y Mujer de la UNED (tal y como conté aquí) y cuando vi que venían a los Encuentros Literarios que se están celebrando en Alcalá de Henares en abril no lo dudé: compré La aldea de F. en Amazon por menos de dos euros (de momento, es el único modo de hacerse con el libro en España, porque está editado en papel, pero en la Universidad Nacional Autónoma de México), lo devoré y acudí a la cita con estas Microlocas que me tienen robado el corazón. 
    La misma expectación que sentí yo ante el cartel (el encuentro estaba centrado en el microrrelato y contaba con la participación, además del director de estas citas literarias, Fernando Marías, de Las Microlocas y de la gran Espido Freire) debió de sentir medio Alcalá porque tuve que echar mano de mi carnet de prensa para entrar y, al final, tuvieron que sumar bastantes más sillas al aforo previsto porque acudió mucha más gente de la que, en principio, habían calculado.
   Y el espectáculo (porque fue un auténtico espectáculo) no defraudó a nadie.
   El encuentro comenzó con las cuatro Microlocas (Isabel Wageman, Eva Díaz Riobello, Isabel González y Teresa Serván) en la mesa, Espido Freire en el público y Fernando Marías sentado en un taburete alto en medio del auditorio. Como buen maestro de ceremonias, presentó a las escritoras e inició el coloquio preguntando a las Microlocas sobre su pasión por el microrrelato, un género muy agradecido que,  como dijo el director de los encuentros crea una historia de novela pero contada en forma muy breve y que también puede leerse como poesía. Isabel Wageman echó mano de dos grandes del género (Luisa Valenzuela y Ana María Shua) para justificar su preferencia por este tipo de relato que, como explicó, están hechos para leer y no tanto para contar. Por su parte, Eva Díaz Riobello narró la divertida historia de cómo llegó al microrrelato: escribe desde muy joven y cuando vio un concurso de microrrelatos organizado por una compañía de té no se lo pensó dos veces y empezó a enviar relatos. Los ganadores, explicaba, ganaban, por supuesto, té pero también juegos de té, de tal manera que ha llenado las casas de su familia de preciosos juegos de té que, por cierto, no usan, porque no son muy amantes de esta infusión. Yo, en vez de premios literarios, tengo juegos de té, concluía con mucho humor la escritora. 
   El primer microrrelato de Isabel González nació con su hijo. Con el primer hijo no te queda tiempo para nada, ni siquiera para leer, y los microrrelatos fueron mi salvación: podía leer historias completas en muy poco tiempo, aseguró, al tiempo que vinculaba microrrelato y vida al señalar que los micros son pedazos de vida que arrancamos para darle un sentido diferente a lo cotidiano. En este sentido, relacionó este tipo de relato hiperbreve con textos tan del día a día y, a la vez, tan tradicionales, como los chistes, los refranes e, incluso, los piropos.
    Finalmente, Teresa Serván contó cómo logró unir dos de sus grandes sueños a través del microrrelato: siempre he querido escribir y siempre he querido tener un huerto. Y yo sí tuve un texto de los que te dan una sacudida, un texto-revelación: Terapia, de José María Merino, en el que habla, precisamente, de un huerto. Yo he escrito desde adolescente y he participado en talleres de escritura creativa y para mí fue una inspiración. Descubrí que el micro te permite abrir un pequeño pliegue y, a partir de ahí, contar un detalle, una historia, una vida entera. Y desde entonces, cosecho microrrelatos: los riego, los cuido y, sobre todo, los podo.
   Tras estas explicaciones, Fernando Marías hizo la pregunta de todas las preguntas: cómo llegaron a conocerse y cómo surgió la idea del libro. Y ahí apareció la figura de Clara Obligado, que las conocía a todas por separado, insistió hasta que se conocieron, las bautizó como microlocas y puso en marcha el proyecto del libro en una reunión en la que las ideas brotaban al mismo ritmo que caían las copas. El resultado, un fabuloso conjunto de microrrelatos que se pueden leer de muy diversas maneras: individualmente, como hojas de un mismo árbol (de hecho, Marías alabó la coherencia del conjunto, a pesar de estar escrito a ocho manos, y, por supuesto, su calidad) o como hijos de una sola escritora (esto último, en el caso de la edición de Amazon que yo he manejado: hay un link en cada cuento que te permite leer los micros no por el orden establecido por las autoras y la editora, sino agrupados por autoras). Es, pues, en el fondo, un libro-juego, que permite varias lecturas, con diferentes resultados y significados, y que invita a múltiples relecturas, porque los relatos son tan breves y tan impactantes que creo que es difícil cansarse de ellos y que siempre puedes descubrir algo nuevo escarbando entre sus palabras.
Isabel Wageman, de pie, guiando al auditorio por la aldea de F. Sentadas (de izda. a dcha.: Eva Díaz Riobello, Isabel González y Teresa Serván)
   Y una vez que el director y las autoras pusieron al auditorio en antecedentes, comenzó lo bueno: las Microlocas nos llevaron a su mundo y pudimos vivir en la Aldea de F., conocer a sus habitantes, incluso, ser parte de ellos. Una fantástica Isabel Wageman fue creando el clima y el hilo conductor del acto, las vías del tren por el que circulaba el tren que descarrilló en medio del desierto y a partir del que surgió la aldea, en ninguna parte, en todas las partes, en el Antiguo Hospital Santa María la Rica de Alcalá de Henares. Los micros leídos por las autoras fueron construyendo las casas, creando costumbres, presentando a los habitantes de la aldea, enterrando a los muertos, jugando con los niños, enamorando a los jóvenes... en definitiva, manteniendo con vida a la comunidad creada dentro y fuera del libro. 
   Tras una fabulosa puesta en escena que el auditorio acogió con aplausos, risas y expresiones de sorpresa, las Microlocas se sentaron y llegó el turno de Espido Freire. ¿Qué puedo hacer yo con ustedes después de un orgasmo? No puedo ofrecerles nada mejor, comenzó, aludiendo al último de los micros contado (magistralmente, por cierto) por Isabel Wageman. Así que empezó a hacer lo único que podía hacer: hablar de cómo crea ella, de cómo construye historias utilizando la materia prima que le proporcionan sus propias obsesiones. Aludió a la (buenísima) costumbre de su padre para no implantar una voz adulta en su mente de niña curiosa: en vez de que él le contara cuentos a ella, le pedía que fuera ella quien se inventara los cuentos para él. Y comenzó a leer algunos de sus micros y a ir metiendo al público en la poética de Espido Freire.
   Pero, de repente, todo cambio. Espido Freire calló y cambió el tono. Esto no es lo que me apetece hacer, dijo. Y el auditorio no supo cómo reaccionar: Marías ya nos había advertido de que la autora suele hacer lo que quiere, salirse del guión, improvisar, saltarse lo convenido. Y quedamos expectantes, esperando sus siguientes palabras. Siento constantemente el peso de las historias no contadas sobre mí, el peso de las historias que oímos en las carnicerías, en las pescaderías, en la calle, en las noticias cada día. Y así comenzó una conmovedora disertación, llena de pasión y apelaciones directas a cada uno de los asistentes, sobre la actual situación económica y sobre el papel de la literatura frente a ella: Pasó el tiempo de la diversión, dijo, explicando que la literatura debe comprometerse para buscar una salida.
   Y comenzó a entretejer cuentos y realidad para hablarnos de los lobos feroces que nos acosan, de esa Blancanieves que ha de soportar a una madrastra centrada en sí misma, que muere y que resucita cuando alguien le dice: Despierta, estás viva; de la astucia de Cenicienta o del diminuto Pulgarcito, que supo encontrar el camino de vuelta a casa. Los cuentos tienen que ver con mirarnos al espejo, aseguró. Dentro del laberinto está el monstruo y antes de entrar en él tenemos qué saber quién es el monstruo y quiénes somos nosotros, dijo, conminando al auditorio a que actuase, a que no callase, a que venciese a la censura que nos han impuesto y despertase del veneno hipnótico y anestésico que nos han inoculado para decir qué hacer y cómo salir de esta. Los cuentos tienen que ver con las lecciones vitales, la literatura es una lección. La literatura es para siempre, pero los momentos también lo son, sentenció.
   Y así finalizó un encuentro agridulce, caliente y frío, de risas y de concienciación, de contrastes, que mostró las dos caras o las dos funciones de la literatura (evasión y compromiso), tras el que me fui a casa con sentimientos encontrados pero con una cosa clara: ¡qué grande es la literatura y qué grandes son quienes la construyen con sus manos y sus ideas!
   Nos seguimos leyendo.

domingo, 28 de abril de 2013

Pasando revista a la semana #2


    ¡Vaya semana en la que he tenido de todo! He recibido libros, he asistido a encuentros literarios, ha hecho sol, luego ha vuelto el invierno, he hecho turismo... hasta me ha dado tiempo a estar un poco pachucha y luego mala malalísima. No se puede pedir más. Bueno, sí... un poco de suerte para ver si me toca alguno de los siguientes libros.
 

SORTEOS


  • Tenía pendiente apuntarme al gigantesco sorteo de El búho entre Libros y Leyendo en el bus relacionado con su Mes de Libros con Película. Estaba esperando a ver qué libros me daba tiempo a leer y reseñar para sumar más puntos. Al final, solo ha sido uno, cuya reseña he publicado esta semana. Si quieres participar, date prisa, que se acaba el 30 de abril. Bases, aquí.
  • Después del ciclo que Nora Bosco y Lectora de Tot han dedicado al autor en Momentos de Silencio Compartido, me quedé con muchas ganas de hincarle el diente. Y ahora, convocan un sorteo al que, por supuestísimo, me apunto. Está abierto hasta el 6 de mayo, como puedes ver aquí.
  •  Ese mismo día también finaliza el plazo para participar en el sorteo de Cargada con Libros. Bases, aquí.
  • Y sigo empeñada en que me toque este libro por algún lado, así que allá voy otra vez. En esta ocasión lo sortea Leer es viajar hasta el 4 de mayo, como puedes ver aquí.


#RETODEESTA SEMANA

 

  Ya avancé que la semana sería rara... y así ha sido. Tengo dos entrevistas mañana, así que he leído uno de los libros (el otro no me ha llegado, pero bueno, leí el primero y sigo su blog, así que algo se me ocurrirá), además del que me había propuesto: Mamás perfectamente imperfectas, de Diana Guelar y Andrea Jáuregui, y La felicidad es un té contigo, de Mamen Sánchez, para la lectura conjunta de O Meu Cartafol y Mimar de Letras.
   ¡Ah! Y también he leído una joyita que te recomiendo. Lo ha escrito y, sobre todo, ilustrado mi amiga Ana Íñigo Olea. Está en inglés, pero solo por los dibujos vale la pena y puedes imaginar la historia. Se titula It's a cat's life (A little love theory) y, si te pica la curiosidad, puedes echarle un ojo aquí.
 

  Y ahora viene lo difícil: decidir los libros de esta semana. Por intentar cuadrar el mes, leeré en primer lugar La familia Walsh, de Marian Keyes, a ver si me diera tiempo a leerlo y reseñarlo entre el lunes y el martes y así, poder meterlo en el Mes Chick-Lit y, además, empezar mayo sin libros pendientes. Y, además, leeré Nubes de Kétchup, de Annabel Pitcher y todo lo que pueda de Dicen que estás muerta, de María Zaragoza, que llevo retrasándolo semana tras semana desde hace ya demasiado tiempo. 


ENTRADA MÁS LEÍDA ESTA SEMANA

   
   Habiendo sido esta la semana del Día del Libro y sabiendo la que había montado Kayena... es fácil imaginar cuál habrá sido la entrada más leída de los últimos siete días en mi blog: mi particular Crónica de un Sant Jordi Bloguero anunciado.
 

IMM SEMANAL

 

  Esta semana he recibido dos libritos. Y lo mejor es que podré hablar con una de las autoras mañana y con la otra, espero que la semana que viene. ¡Cómo me gusta!
 Nos seguimos leyendo.

 
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