sábado, 30 de junio de 2012

Niños y mariposas

     
    Esta noche he tenido un sueño en el que llevo pensando durante todo el día. Por escasez de personal (crítica subconsciente a los recortes en educación, interpreto), en el colegio de mi hija habían convertido a todos los niños en mariposas. Así era más fácil tenerlos controlados. Mi chico y yo íbamos a recogerla, sin saber nada de su transformación. La directora no sabía cuál de todas las mariposas era mi hija. Una profesora nos dijo que creía que estaba en su clase, que pensaba que podría ser aquélla. La miramos y creímos que podría ser. Intentamos cogerla, pero ella revoloteaba y se nos escapaba. Cuando, por fin, conseguimos atraparla, la encarcelé con mis manos, pero me entró un miedo atroz a hacerle daño, a romper sus alas, sus patas o, incluso, peor: a matarla. Puedes imaginarte la angustia que sentía. Todo el daño que le hiciéramos en su estado de mariposa perduraría cuando se convirtiese en persona. Así que con todo el cuidado, todo el amor, todo el miedo, la guardé entre mis manos y la saqué de colegio. 
    Nada más salir, comenzó la transformación. Notaba cómo mi hija se retorcía, se estiraba, luchaba por recuperar su cuerpo. Yo la agarré de las manos para ayudarla, tirando de ella hacia fuera, animándola a salir, a volver, a cambiar de estado. "¡Ánimo, mi amor! Papá y yo te estamos esperando. Yo te ayudo. Vuelve con nosotros, cielo".
     En cuanto regresó y, llena de orgullo, la abracé, me desperté. Me levanté y me acerqué a su cama, para ver si estaba bien. Toqué su barriguita, para comprobar que se movía al compás de su respiración. Volví a la cama sintiéndome como después de una pesadilla, asustada; temiendo que ese sueño fuera un presagio de algo malo. Siempre que sueño algo así, luego tengo miedo a que sea una advertencia sobre alguna calamidad que esté a punto de sucedernos.
    Pero después de repasar el sueño una y otra vez durante todo el día, ya más tranquila y con toda mi consciencia a pleno rendimiento, he de confesar que he encontrado un simbolismo que me parece de lo más acertado: los hijos son un regalo, seres frágiles y maravillosos a los que hay que cuidar y proteger de todo mal. Porque todo lo malo que les ocurra en su infancia quedará como una mancha, como una tara, como una marca en su personalidad futura. Son nuestra responsabilidad, por lo que hay que tomarse muy en serio el modo en el que los protegemos, en que los tratamos y los cuidamos. A veces ponemos nuestra mejor intención, pero rasgamos una de sus alas. Y ese rasguño queda para el futuro. Y debemos ayudarles, enseñarles el camino para dejar de ser hermosas mariposas y convertirse en personas maravillosas, completas, sanas y capaces. Y esa ayuda debe ser física pero también moral, psicológica, ideológica y, sobre todo, sentimental.
    El futuro de mi hija, lo que llegará a ser, las trabas que encontrará en el camino, algunas de ellas por mi culpa, me obsesiona. Es mi mayor preocupación como madre. Dudo mucho sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre las consecuencias que tendrá una decisión tomada hoy. Pero afortunadamente no estoy sola en esta tarea. Y, al fin y al cabo, la maternidad es un salto de fe, un salto que das conscientemente, sopesando todos los pros y todos los contras, pero cuya trayectoria no se puede calcular al milímetro. A veces, no queda más remedio que cerrar los ojos y confiar en que todo saldrá bien. Porque has luchado y te has esforzado porque sea así. Y porque sigues haciéndolo.
    Nos seguimos leyendo.

martes, 26 de junio de 2012

Rafael Alberti y el exilio

    Los presentes son demasiado duros, demasiado tristes para escribir de ellos. (Rafael Alberti, La arboleda perdida)
    Hay momentos en la historia de la literatura en los que parecen confluir todas las fuerzas creativas de la naturaleza para dar a luz una generación de calidad extraordinaria. Y nadie sabe por qué. Es lo que ocurrió con la Generación del 27, la llamada Edad de Plata de las letras españolas... aunque en este caso habrá quien señale la labor de la Institución Libre de Enseñanza y todos los órganos nacidos bajo su manto (la Residencia de Estudiantes, el Centro de Estudios Históricos o la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, entre otros) como detonante o entidad que encauzó el talento de la época hasta conseguir dar forma a una generación literaria sin parangón. Y no le faltará razón a quien me lo diga. Pero algo de magia... también hay.
    Confieso que, de toda la nómina del 27, Rafael Alberti nunca me ha llamado excesivamente la atención. Reconozco su valor y calidad literaria, por supuesto, pero si me dan a elegir entre Salinas y él... lo tengo claro. Sin embargo, últimamente he pensado y he leído mucho sobre él. Y mi opinión ha ido cambiando.
     Alberti aparecía en dos de las asignaturas del segundo cuatrimestre del máster en literatura que estoy haciendo. Una (en la que estudiamos la prosa del primer tercio del siglo XX) contaba con La arboleda perdida entre sus lecturas obligatorias y la otra ahondaba en las tendencias y técnicas de la poesía española actual, desde 1939 hasta el presente. 

    La arboleda perdida son, en realidad, tres tomos de memorias, escritos con posterioridad a los hechos narrados. De hecho, uno de los aspectos que más me ha interesado de la obra es ese cierto desdoblamiento que se produce en el autor, que da cuenta de su pasado, de su infancia y su juventud (en el caso del primer libro) desde el presente de exiliado, tras la Guerra Civil. Ese desdoblamiento me hizo pensar mucho en la condición literaria y personal de los exiliados. Eran exiliados ideológicos, políticos, pero ese exilio se convirtió también en una forma de vida a la que se vieron obligados (es decir, vivieron un exilio personal, lejos de la familia, los amigos, las ciudades que amaban y la vida que habían imaginado para sí) y también en un exilio literario.
    De alguna manera, los escritores exiliados quedaron en un extraño limbo literario. Su obra no se consideraba (y no lo hizo durante años) literatura española pero tampoco podía considerarse literatura del país de acogida (aunque su influencia jugó un papel muy importante en el caso, por ejemplo, del boom de la novela latinoamericana de los años 60); se dirigían a unos lectores españoles futuros, porque sus contemporáneos no podía leer sus obras en ese momento (y tardarían bastante en hacerlo); no compartían temas con los autores que escribían en España, porque sus preocupaciones y el entorno cultural en el que se movían eran diferente; sus inquietudes tenían más que ver con el recuerdo de una patria perdida, con la decepción que provocan los sueños rotos, con la impotencia que provocan los regímenes políticos impuestos, con el miedo a perder la memoria, lo que fueron, lo que tuvieron, lo que consiguieron. 
      Autores como Juan Gil-Albert (en Memorabilia) recogieron muy bien los sentimientos que despertó en los autores exiliados la huída a otros países y el trato que allí recibieron. Gil-Albert y Arturo Serrano Plaja viajaron en primer lugar a Francia, donde fueron internados durante 19 días en el campo de concentración de Saint Cyprien. José Ramón López García alude en su tesis sobre el segundo a los sentimientos encontrados que padecieron durante ese internamiento, acontecimiento que vivieron como una  "broma trágica", sobrellevada "con dosis iguales, y alternativas, de depresión y comicidad". "Esto nos ha sellado; siempre seremos ya unos parias", creía Gil-Albert, y la misma sensación trasmite Serrano Plaja en uno de los sonetos de su primer poemario en el exilio, Versos de guerra y paz (1945), titulado "Campo de concentración".
   Hay estudiosos, como Andrew Debicki, que consideran la producción en el exilio al margen de la creación literaria dentro de España, por muchas de las razones que he comentado ya. Otros, como Claude Le Bigot o Germán Gullón optan por destacar los contactos y apuestan por diferenciar la literatura de la segunda mitad del siglo XX en la oficial, la del exilio y la de "resistencias". Todas estas cuestiones sólo dan una pequeña idea de lo que pudo suponer para estos escritores vivir en el exilio. 

    Volviendo a La arboleda perdida, lo que me más he gustado es la sensación de estar allí, de vivir con Alberti las tertulias y lecturas públicas en la Residencia de Estudiantes o en los cafés madrileños, de organizar con ellos el homenaje a Góngora, de sentir su vitalidad y el profundo amor que sentían por la literatura y la cultura. También, compartir con él su conversión de pintor en poeta y sentir la pasión que ambas disciplinas artísticas despertaban en él. 
    Gracias a estas memorias he conocido al Alberti persona y al Alberti artista. Y ahora, cuando leo su nombre en otros libros (me ha pasado con Una forma de resistencia, de Luis García Montero, quien tuvo una gran relación con él y conserva una corbata del poeta) lo siento cercano, próximo, casi familiar. Y tengo ganas de conocer toda su obra y ponerla en relación con lo que me ha ido contando de ella en los tres tomos de su autobiografía. Y siento su grandeza artística y su satisfacción por una vida vivida plenamente.
     Nos seguimos leyendo.





jueves, 21 de junio de 2012

¿Se parece tu nevera a ti?

    Esta mañana tuve una revelación. Estaba leyendo Una forma de resistencia, de Luis García Montero (ya hablaré del libro, que es absolutamente genial) cuando, de pronto...
Supongo que los electrodomésticos, igual que los perros o los desnudos, se parecen a sus dueños
    ¡Ostras! No lo había pensado nunca. Y poco después...
Las relaciones con la nevera establecen una línea sentimental de trabajo y un modo de entenderse con la vida cotidiana. Resulta admirable la disciplina reguladora de los que no juegan con el vacío, o con las fechas de caducidad
    ¡Toma ya! Y, claro, fue inevitable pensar... ¿se parece mi nevera a mí? Tras mucho reflexionar, he llegado a la conclusión de que puede que un poquito.
    ¿Cómo es por fuera? Con imanes de sitios en los que he estado (Lanzarote, Zaragoza) o sitios a los que pertenezco (Salamanca), de gente a la que aprecio (el calendario de una amiga) o de servicios necesarios. Y, por supuesto, con reglas alimenticias: el cuadro que nos dieron el cole para organizar el almuerzo del recreo (se trata de que cada día lleven un alimento diferente para que se acostumbren a comer de todo: fruta, leche, cereales, bocadillo, yogur...) y el régimen que intento guíe mi labor en la cocina (aunque no lo consigo muy a menudo). O sea que, en cierto modo, sí me refleja. O, por lo menos, sí refleja una parte de mí.
      ¿Y por dentro? ¡¡Ufff!! Ahí sí que duele. Es caótica y no hay un hueco libre, llena hasta los topes, repleta a más no poder. Mi primo dice que da gusto verla (de hecho, me lo dice siempre que abro la nevera en su presencia) pero no es gusto lo que yo siento cuando traspaso la frontera de la puerta. ¡Cuánto me gustaría ser una Monica Geller del frigorífico! 


    Hace un par de años, pasé las vacaciones de verano en el chalet de mi familia con mi tía y sus hijos. Ella trabajaba, así que era yo la que me encargaba de organizar y preparar las comidas para diez personas. Toda una responsabilidad. Con la capacidad para el desorden que me caracteriza, iba al supermercado y llenaba el frigorífico. Un fin de semana, unos amigos de mi tía vinieron a pasar unos días con nosotros. El domingo por la mañana, cuando me levanté y bajé a desayunar, abrí la nevera en busca de la leche. ¡Madre del amor hermoso! ¡Mi hada madrina había convertido mi deseo en realidad! El refrigerador estaba perfecto, ordenadísimo, pulcrísimo... hermosísimo. Corrí en busca de mi hada madrina para darle las gracias y me topé con la amiga de mi tía. "Me levanté pronto, me aburría... y os ordenado el frigorífico", me explicó. "¿Por orden alfabético?", pregunté yo, ojiplática. Se echó a reír y a continuación me dio una clase completísima y utilísima sobre cómo despejar el caos de mi nevera (colocar los alimentos por grupos, separar lo fresco y lo cocinado, etc.) y convertirlo en un oasis de la alimentación, un lugar en el que haya un sitio para cada cosa y cada cosa esté en su sitio; un electrodoméstico mágico que te devuelva lo que deseas y no te obligue a sacar hasta la última manzana para dar con el medio limón que andas buscando.
    Tomé apuntes mentales de todas aquellas explicaciones (ponerme a escribir me parecía excesivo) y he decir que, después, he oído a varios cocineros profesionales aconsejar pautas similares. Durante un tiempo, hasta conseguí ponerlo en práctica. Pero, no sé cómo, el caos regresó. Y sí, logro ponerlo a raya cuando vacío el frigorífico para limpiarlo. Pero al cabo de un par de semanas, ya ha vuelto a instalarse en mi nevera, en mi vida. 
     Dice García Montero que el frigorífico de su casa es "un electrodoméstico adolescente, porque se abandona a los excesos del alma, divida entre las abundancias del corazón y los abismos tristes de la melancolía". Quizá la mía también lo sea. Y quizá se parezca a mí más de lo que me gustaría.
    Nos seguimos leyendo.



    

miércoles, 20 de junio de 2012

"El jardín olvidado": una historia para recordar


Empecé a leer El jardín olvidado justo después de acabar la heptalogía de Proust En busca del tiempo perdido (sobre la que tengo intención de escribir largo y tendido en este blog, porque, la verdad, da pie a hablar sobre muy diversas cuestiones), buscando una lectura ligera y rápida que me relajase tras la ardua tarea que ha sido leer a Proust. Y la encontré, pero he de confesar que encontré mucho más.
Me ha gustado mucho. Sé que llego un poco tarde al fenómeno Morton (éste es su segundo libro, publicado en España en 2010; actualmente tiene en las listas de los más vendidos Las horas distantes) pero lo cierto es que he llegado y que me he enganchado a él. Porque eso precisamente es lo que hace este libro: te engancha, te atrapa y no te suelta hasta que lo cierras. 
El argumento ya lo consigue: tras la muerte de su abuela, Cassandra descubre el gran secreto que ésta guardaba: su origen familiar y la curiosa aventura que corrió hasta llegar (casi como un regalo) a los que fueron sus padres. Sin proponérselo, continuará la investigación de Nell donde ésta la dejó, hasta descubrir la verdad sobre sus raíces, sobre su sangre. Por el camino, se irá desprendiendo de sus antiguos fantasmas para recibir a otros nuevos: sus antepasados y su historia, llena de amor, de soledad, de frustración y de entrega.
El relato transcurre en tres tiempos diferentes, con protagonistas distintas: Rose y Eliza a comienzos del siglo XX, Nell a mediados de la década de los 70 y Cassandra en los albores del siglo XXI. De esta manera, la autora rompe la linealidad de la narración, aumenta la intriga y enfatiza el dinamismo de la trama, llevándonos de un lugar a otro, de un tiempo a otro, de una mujer a otra.
La obra está muy bien construida, con unos personajes sólidos, entrañables y creíbles; una trama que avanza a buen ritmo y una intriga magistralmente dosificada. El lenguaje es sencillo aunque oculta algunas frases sentenciosas de esas que dan que pensar.
Me ha gustado la historia, cómo está llevada y cómo te la va contando, sin demora pero ocultando y mostrando justo lo que hay que esconder o revelar en cada momento. Y me ha encantado la reflexión sobre la falta de límites en el amor, sobre el amor incondicional de las amigas, las madres, las abuelas… Sobre la entrega y la renuncia a uno mismo por la felicidad del ser querido. Sobre el inmenso acto de generosidad que supone dejarse a un lado, revivir, reconstruirse, reinventarse o renunciar a cosas importantes por otra persona. En el fondo, todos los hacemos, cada día, en mayor o menor medida. El jardín olvidado no hace más que recordárnoslo.
Pero lo que de verdad me ha enamorado del libro es el ambiente mágico, de cuento de hadas en el que se desenvuelve parte del argumento; el toque metaliterario que añade la historia de Eliza, la Autora, escritora de cuentos para niños. A mí, que me fascinan los cuentos, me ha encantado el guiño a la literatura infantil y el hecho de que incluya algunos de los relatos que habría escrito Eliza enriquece la obra, le da credibilidad y convierten esos cuentos en un remanso de magia dentro de la realidad (a veces dolorosa, como la vida misma) que va desgranando en cada página.
En definitiva, que si no lo has hecho ya… te invito a leerlo. Ya me contarás qué te parece.
Nos seguimos leyendo.

Ficha técnica:

Título: El jardín olvidado (The Forgotten Garden)   
Autor: Kate Morton 
Editorial: Suma de Letras    Género: novela, thriller    Páginas: 544  
Publicación  05/05/2010    ISBN: 9788483651568








jueves, 14 de junio de 2012

Eugenia Rico no está maldita


¿A ti no te ha pasado alguna vez que tienes muchas ganas de leer un libro y, sin embargo, por las causas que sean al final lo vas dejando, lo vas dejando… y te sorprendes años después sin haberlo leído? Eso me ha pasado a mí con Eugenia Rico.
La conocí (literaria y físicamente) en octubre de 2008, al hilo de los Cursos de Otoño que cada año organizan en Guadalajara la Universidad de Alcalá y la Diputación. Iba a moderar la primera mesa redonda del ciclo “La igualdad como meta”, en la que también participaban la actriz Irene Visedo (la primera Inés de “Cuéntame”) y la directora de cine Gracia Querejeta y en la que debatieron sobre la creatividad artística desde la perspectiva de la mujer. Por aquel entonces estaba a punto de ver la luz su novela Aunque seamos malditas y, aprovechando la coyuntura, la entrevisté y hablamos tanto de la mujer como de la escritora y, por supuesto, de su libro. No pude leerlo antes de la entrevista porque aún no estaba publicado, pero lo que me contó me puso los dientes largos.
El caso es que tres años y medio después, por fin la he leído. Tenía cierta predisposición a que me gustara, la verdad, porque la autora me cayó muy bien entonces, porque la tengo agregada a Facebook y me gusta lo que cuenta y lo que enlaza y porque en este tiempo he leído otra de sus novelas, El otoño del alemán, y me encantó. Y lo ha hecho. Me ha gustado y me ha sorprendido.
Me ha gustado por varias razones. En primer lugar, porque la historia que cuenta es diferente. En realidad son dos: la de Selene, una comadrona perseguida por la Inquisición, y la de Ainur, una joven que, tras ganar en los tribunales un caso por acoso sexual y laboral, se ve obligada a desaparecer para sobrevivir. Una historia que recuerda al famoso caso Nevenka, por el que el alcalde de Ponferrada fue condenado por acoso sexual.
En segundo lugar, porque la manera de contarla es distinta: las dos historias se van cruzando y se dan la mano al final, en el momento más dramático del relato de ambas protagonistas, fundiendo pasado y presente.
En tercer lugar, porque mezcla géneros (novela histórica, sentimental, fantástica, realista, recortes de prensa, testimonios periodísticos…) pero el resultado es una obra coherente, rica y unitaria.
Y también me ha gustado porque no hay personajes de luz, todos están llenos de sombras y oscuridad, pero aún así (o quizá por ello) resultan extremadamente humanos, entrañables, verdaderos. Todos tenemos taras, parece querer la escritora, pero debemos aprender a vivir con ellas de la manera más humana posible.
Y me ha sorprendido por la hábil manera de conjugar todos estos elementos, por conseguir hacer una unidad de tal cantidad de recursos diferentes, porque la historia consigue atrapar y porque compara con éxito los tiempos de la Inquisición con los actuales; tiempos en los que las sotanas y los crucifijos han sido sustituidos por la telebasura y sus inquisidores.
Y, lo más importante, me ha hecho pensar. Pensar en muchas cosas, como en la soledad y el aislamiento, las persecuciones que todos sufrimos de vez en cuando por diferentes causas, los sambenitos que nos imponen, la predisposición de algunos a aceptarlos y de luchar, en el caso de otros; el papel actual de los medios de comunicación o, al menos, de una parte; el chismorreo, esas personas que hacen de meterse en la vida de los demás su auténtica vocación; de las contradicciones personales, la importancia del amor, las cargas con las que todos completamos el viaje de nuestras vidas, el peso del pasado, la incertidumbre ante el futuro...
Me ha gustado tanto la novela que he releído la entrevista de la que hablaba al principio del post. Y creo que aporta tanto sobre el libro, sobre la autora y sobre la literatura que he decidido recuperarla para este blog. Esta es la entrevista que le hice a Eugenia Rico en octubre de 2008 para su publicación en la revista Osaca, que editaba el grupo empresarial en el que se ubicaba La Tribuna de Guadalajara. El texto es mío y las fotos, de una profesional como la copa de un pino (y mejor persona): Yohana Agudo. Espero que os guste.


EUGENIA RICO. ESCRITORA

“Todas las novelas del mundo y todas las palabras que decimos son manifiestos contra la muerte”
 
Foto de Yohana Agudo
    Enfrascada en la vorágine que conlleva sacar al mercado una nueva obra nos atendía Eugenia Rico, una de las voces más sorprendes de la actual literatura española. Ovetense de 1972, esta joven autora cuenta casi tantas novelas como premios; su primera novela, Los amantes tristes, le granjeó el apoyo unánime de la crítica; La muerte blanca se convirtió en el Premio Azorín de 2002, La edad secreta fue finalista del Premio Primavera de Novela 2004, el ensayo En el país de las vacas sin ojos recibió el Premio Espiritualidad 2005 y El otoño alemán recibió el Premio Ateneo de Sevilla 2006. Además, el conjunto de su obra ha recibido la Beca Valle-Inclán de la Real Academia de España en Roma. El listón está muy alto.

* A pesar de estos buenos antecedentes, está usted nerviosa...
* Sí, la verdad es que se han dicho de mí cosas muy buenas, que espero merecerme.  Pero en el momento previo a publicar un libro hay que tener mariposas en el estómago y el que no las tenga es que no se juega nada. Y un escritor siempre se lo tiene que jugar todo. También he sido afortunada con los premios sí, pero mi mayor premio es hacer amigos lectores. El último premio fue el Ateneo de Sevilla, que me emocionó mucho porque antes lo habían ganado autores de la talla de Caballero Bonald, Juan Marsé... te impresiona más por la gente que lo ha ganado antes. Pero el mayor premio es que alguien lea tu libro y que a alguien tu libro le diga algo y le cambie la vida. Y hay gente que me lo ha dicho. Eso te emociona.

* Aunque seamos malditas, su última novela, recién salida del horno, es su obra más ambiciosa, tanto en preparación como en extensión. ¿Es también la mejor?
* Yo creo que sí. Es una novela en la que llevo trabajando mucho tiempo, porque tiene mucha documentación histórica. Ahora mismo estoy como niña con zapatos nuevos. Yo creo que sí es mi mejor novela, la más ambiciosa. Sale con 50.000 ejemplares y estoy muy contenta con la forma literaria que tiene, es muy larga, tiene 480 páginas, como todas mis otras novelas juntas (risas)

* ¿Quiénes son las malditas?
* Entre otras cosas, Aunque seamos malditas es la historia de dos mujeres: una mujer en el presente, que sufre abuso laboral, que tiene que escapar para salvarse, porque nadie le da trabajo y la persigue alguien misterioso que ella sospecha que tienen que ver con esos jefes que la acosaron y que encuentra dos tipos de refugios, un refugio físico, en un pueblo, del norte, rodeado de un precipicio, donde todo el mundo es cojo, un sitio un poco extraño, y un refugio mental, en acabar su tesis sobre una comadrona del pasado a la que quemaron por bruja. Y ésta es la segunda mujer de la historia. Estos dos refugios van a entrañar grandes peligros y a ocultar secretos y nos van a meter en camisas de once varas a todos, porque vamos a descubrir que el hombre nunca llegó a la luna, se van a poner en duda muchas verdades universales, y un poco entre la filosofía, las grandes cuestiones de la humanidad, los anónimos (empiezan a aparecer anónimos y animales muertos) y son fundamentales también los libros, sobre todo uno, libros que no son lo que parecen.

* Libros que pueden cambiar la vida...
* Efectivamente. Es una historia sobre los perseguidos, sobre los acosados, a todos nos han perseguido y nos han acusado aunque no tengamos culpa o aunque sea por pequeñas cosas y es una especie de vuelta de tuerca. No es una novela histórica pero se parece, no es una novela  policíaca pero tiene parte de ella, habla sobre la caza de brujas, de las curanderas que fueron quemadas por brujas, de las mujeres que quisieron ser libres y también fueron quemadas por brujas. Es un libro muy coral, que juega mucho con el lenguaje, con diferentes estilos.

* Un libro muy coral que tiene personajes tan curiosos como un farero sin faro.
* Sí, sí. Es un hombre que busca en las basuras cosas que nadie quiere y las transforma en cosas maravillosas porque también se ha hecho a sí mismo con los defectos que otros consideraron virtudes. Es un hombre al que acusaron de una violación que no cometió y aunque luego se demostró que era inocente, digamos que no pudo sobrevivir al juicio mediático, que a veces es una inquisición más terrible que la del pasado.

Foto de Yohana Agudo
* La obra también indaga en esos inquisidores del día a día, en quienes se creen dotados con algún don superior que les permite juzgar a quienes les rodean. ¿Quiénes serían esos nuevos inquisidores?
* La prensa  lo puede ser: aunque es maravillosa y da a conocer muchas cosas que necesitamos saber, pero también puede hacer un juicio paralelo mediático y luego no se preocupa en deshacer el mal que ha hecho, ha ocurrido a veces. Aunque a veces puede ocurrir lo contrario, puede salvar a un inocente. También hay un inquisidor dentro de nosotros mismos, y también en tu vecino. Aunque seamos malditas habla mucho de esos inquisidores que hay en los pueblos, y cómo acaban destrozando la vida de la gente, con pequeños comentarios. El gran hermano nos vigila a todos y esa vigilancia se puede convertir en una inquisición.

* ¿Internet puede ser también un tipo de inquisición?
* Puede llegar a serlo, aunque a mí me ha servido, por ejemplo, para cosas tan maravillosas como entablar relación con mis lectores. Tengo página web, pero pido disculpas porque desde hace unos meses está colapsado el servidor y no puedo contestar a los lectores. Yo contesto a todo el mundo... y me han dicho cosas increíbles. Es el mejor premio. Además a lo mejor tengo la suerte de que la gente a la que le ha gustado es la que viene a decírtelo. Es una cosa que te pone la piel de gallina. Yo estoy en la literatura gracias a que mis libros les han gustado a muchos y la verdad es que tengo que dar las gracias a mis lectores, que yo creo que son todos maravillosos, les estoy muy agradecida.

* ¿Qué pesa más para un escritor, la opinión de la crítica, de los lectores o la suya propia?
* Pues deberían importarle las tres y, a la vez, ser independiente de las tres. El escritor tiene que ser muy autoexigente, entonces tiene que oírlo todo un poco como cantos de sirena, caminar entre elogios y críticas. Las tres opiniones tienen que ser muy importantes pero también es verdad que hay escritores que en su tiempo fueron muy poco considerados, mientras que hay otros que son considerados ahora. Pero, en cualquier caso, a un escritor lo que más feliz le hace es la opinión de los lectores. Y lo que quizá más necesitas es la opinión de la crítica. Y lo que le hace escritor es su propia opinión, su autoexigencia. O sea, que las tres.

* Han dicho de su estilo que es limpio, que no le sobra ni le falta una palabra... lo han definido como prosa poética... ¿cómo lo define usted?
* Yo lo que intento es buscar nuevos caminos para la novela. En España, y en todo el mundo, somos herederos de la gran novela del XIX, pero ya estamos en el siglo XXI, hemos vivido las vanguardias, la ‘noveau roman’ y tenemos que buscar nuevos estilos para la novela. Mi estilo intenta ser cervantino y también innovador. De todos modos, me resulta difícil hablar de mi propio estilo, siempre prefiero que lo definan otros. Yo creo en las palabras honestas y bien colocadas.
* El amor tiene mucho peso en su obra... ¿es, quizá, lo que más importa, también, en la vida real?
* O su ausencia. A veces todos nos enamoramos de quien nos hace daño, es una costumbre de la que me estoy quitando. Pero el amor, o la falta de él, es junto con la muerte, o la lucha contra la muerte, los dos temas más importantes en cualquier vida. En cualquier caso, hay muchos tipos de amor, también la maternidad es otro tipo de amor que te descubre cosas de ti misma que antes no conocías. Pero yo creo que en mis libros los personajes no han encontrado la manera de ser felices, y siguen buscándola. 

* La muerte también es una constante en sus libros. ¿La siente como amenaza, como refugio, como algo que llegará queramos o no?
* Todas las novelas del mundo y todas las palabras que decimos son manifiestos contra la muerte

* He leído que antes de dedicarse por entero a la literatura vivió en diferentes países, trabajó como secretario y modelo, escribió guiones de cine y hasta vendió rosas y pegatinas... ¿le falta a usted algo por hacer?
Foto de Yohana Agudo
* (Risas). Es verdad, es verdad. Me faltan muchísimas cosas que hacer. He tenido un hijo, he escrito un libro y he plantado un árbol, aunque muy pequeño (risas). Me faltan muchas, muchas cosas por hacer y el día que no diga esto será preocupante.

* ¿Ha encontrado inspiración  para escribir en todas estas actividades?
* Sí... aunque uno puede escribir desde la experiencia, desde la decepción y también desde la observación. Yo creo que tanto viajar como escribir son las mejores maneras de gozar y sufrir mucho en muy poco espacio de tiempo.
 
* ¿Y cuándo decide que sí, que quiere ser escritora de forma profesional, si es que eso es posible?
* Dice mi madre que a los cinco años que quería ser escritora, aunque yo creo que no sabía lo que decía, lo dije pero a lo mejor pensaba que era como ser astronauta. Luego gané a los 6 años un concurso de redacción. Luego siempre me he presentado a muchos premios... Yo creo que nunca quise ser escritora, sólo escribía. Para mí escribir es como respirar. Yo no creo que haya sido una decisión. Es más una forma de explorar el mundo. Más que una forma de vivir es una forma de sobrevivir.

* Toca todos (o casi todos) los palos de la escritura: novela, poesía, artículos periodísticos, crítica, ensayo...
* Son todos los rostros de la literatura. En literatura hay muchos géneros, pero la esencia es la misma. A mí me gusta mucho citar a un escritor que ya ha muerto, Quiñones, que decía que si la literatura fuera whisky, la novela es el whisky con agua, el cuento es whisky con hielo, la poesía sería el whisky solo... Lo que quiero decir es que todos los géneros son buenos y válidos si están contando una verdad. Y la novela, que es el género que más he practicado, es el arte de mentir para decir la verdad.

* Aún le queda mucho por contar... ¿verdad?
* Hombre, eso espero. Aunque ahora, después de escribir las casi 500 páginas de ‘Aunque seamos malditas’, no sé... (risas)
   
    En este tiempo, Eugenia Rico ha seguido escribiendo y hace muy poquitos meses publicaba su nueva obra El fin de la raza blanca, un puñado de cuentos que tienen muy buena pinta. Cuando los lea, os cuento.
    Nos seguimos leyendo.

domingo, 10 de junio de 2012

Alcalá de las artes y de las letras


 

Ayer se celebró en Alcalá la Noche en Blanco, una iniciativa que (me parece) no debería faltar en ninguna ciudad considerada Patrimonio de la Humanidad o que haya adoptado la cultura como bandera y seña de identidad. Es un día para abrir la ciudad a quienes la habitan, para visitar (gratis) sus museos, monumentos y lugares de interés turístico y patrimonial y para disfrutar, por supuesto, de numerosas actuaciones y actividades musicales y artísticas en la calle, en cafeterías, en auditorios… Vamos, que el programa es completísimo y de lo más variado.


La verdad es que sólo el hecho de caminar por el centro de la ciudad ya me recordó lo impresionante que es Alcalá, pero visitar lugares como el Centro de Interpretación del Burgo de Santiuste, en el que se cuenta y se muestra su historia desde la época prerromana, me confirmaron la grandeza de esta ciudad milenaria. 


Pasear por las ciudades me hace pensar en su historia. ¿Cómo serían sus calles hace 100, 500... 1.000 años? ¿Existiría ya está rincón? ¿Cómo serían las gentes que paseaban por aquí, como yo ahora? ¿Qué ha cambiado y qué sigue igual? Lugares como el Centro de Interpretación del que acabo de hablar te dan una pequeña pista. Para empezar, recogiendo la historia de su nombre. Hoy Alcalá es Alcalá de Henares pero a lo largo de los años ha sido llamada de otras muchas maneras: Complutum (topónimo que le dieron los romanos), Campo Laudable,  Qal’at Abd al Salam (obviamente, en la época musulmana), Burgo de Santiuste (en la Edad Media), Alcalá de Santiuste, Alcalá de San Justo y Alcalá de Fenares son los pasos que ha dado la ciudad hasta su actual Alcalá de Henares. Sólo el repaso por estos nombres ya da muestra de la larga historia de la ciudad, de quienes fueron sus habitantes, de las etapas y épocas que ha vivido y de las transformaciones que los diferentes pueblos y culturas que la han morado han provocado, transformaciones cuyas huellas encontramos hoy (en mayor o menor medida, mejor o peor conservadas) en la ciudad actual. Y ése es uno de los grandes tesoros de Alcalá.


No menos curioso es comprobar cómo los diferentes pobladores eligieron lugares distintos para vivir, cómo (dentro de la misma zona geográfica) unos se sintieron más atraídos por la cercanía al río o por otras condiciones que se adaptasen más a sus forma de vida. En el Centro hay un mapa muy significativo, que muestra cómo los romanos eligieron una zona cercana al río que luego fue desplazada hacia lo que hoy es el centro de la ciudad en la época medieval. Actualmente, de esa zona romana quedan algunas ruinas del antiguo foro de Complutum y la casa de Hippolytus, en los suburbios de la antigua ciudad. Como bien nos explicaron ayer, parte de los materiales que le faltan a esas ruinas se han descubierto en otras zonas de la ciudad, conformando las edificaciones que los moradores que siguieron a los romanos construyeron en zonas diferentes.


La memoria de sus nombres o de las zonas habitadas en las sucesivas épocas históricas es sólo un aperitivo antes de conocer la Historia de la ciudad. El sacrificio de los Santos Niños (Justo y Pastor, de ahí el nombre de Santiuste: San Justo, que viene de Sant Yuste), el nacimiento de la Universidad, la labor del Cardenal Cisneros, la publicación de la Biblia Políglota, la fundación del Instituto Cervantes, la entrega anual del Premio Cervantes… son sólo algunos hitos históricos y culturales de una ciudad en la que estudiaron grandes nombres de la literatura, como Quevedo, Tirso de Molina, San Juan de la Cruz, Calderón de la Barca, Lope de Vega o  Jovellanos. Pero, sin duda alguna, el gran literato de Alcalá es Cervantes, a quien la ciudad venera tal y como merece, entre otras actividades, con la Semana Cervantina (en realidad, casi mes cervantino) que este año tendrá lugar del 30 de septiembre al 27 de octubre.

    Por cierto, que bien curiosa es también la historia de la Universidad de Alcalá, universidad de gran prestigio durante el Siglo de Oro (como es fácil deducir de la lista de estudiantes que acabo de esbozar) que llegó a competir con Salamanca, pero que fue trasladada a Madrid en 1836 (de ahí la Universidad Complutense). Sus edificios, en desuso tras este traslado, iban a ser subastados. Pero los alcalaínos se opusieron a la pérdida de la universidad cisneriana, constituyeron la Sociedad de Condueños y compraron el patrimonio artístico-histórico-cultural de la ciudad. 


En definitiva… que os invito a conocer a Alcalá. Cualquier época del año es buena: en primavera, con sus árboles y flores llenos de vida, con su festival de teatro “Clásicos en Alcalá” (que ahora mismo se celebra) o con la entrega del premio Cervantes, cada 23 de abril; en verano, donde las heladerías (ayer pude comprobar cuántas han nacido en la Calle Mayor, por cierto, la que es considerada la calle porticada más larga del mundo) refrescan la visita y época en la que se celebran sus fiestas patronales, a finales de agosto; en otoño, con su paisaje melancólico y la temperatura justa para disfrutar del paseo y, sobre todo, en octubre, mes en el que se conmemora el nacimiento de Cervantes y se celebra un mercadillo medieval que tiene fama de ser uno de los más grandes de España (de hecho, se extiende por casi todo el centro histórico); y también en invierno, sobre todo en Navidad, cuando las luces engalanan toda la ciudad, hasta los barrios más alejados del centro. Y si los monumentos, las vistas, los paseos, la historia, la literatura y la cultura no os han convencido, os ofrezco la última tentación: su gastronomía, ruta de los mesones, feria de la tapa y jornada gastronómica incluidas.


 Nos seguimos leyendo.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...